NUESTRA ALEXTIMIA
- Tris Jones
- 7 jul 2019
- 2 Min. de lectura

La tierna niña se ahoga, una y otra vez, aunque no pierde su dulce sonrisa. Quizás su imagen me perturba tanto como la muerte, porque es algo tan inalcanzable que no puedo evitar anhelarlo tanto como detestarlo.
Aunque todos saben que la niña nunca muere, permanece efímera para recordarnos algo… Malditos recuerdos que se empeñan en hacer sangrar nuestras heridas mientras se van de copas. Y que voy a hacer con tanto dolor y recuerdos, su maldita sonrisa me perfora el alma (si es que tengo). Y entonces desde el centro de la oscuridad de mi memoria emerge una luz brillante que viene acompañada del recuerdo. De esos que te dejan sin respiración y que te hacen entender donde empezó todo.
Yo fui esa niña, tú la fuiste, todos la fuimos, sonreímos como si la vida se nos fuera a escapar, y yo me pregunto ¿Es culpable el dolor de arrebatarnos esa luz? ¿O quizás nos ponga cachondos la oscuridad? Quien entiende a las mentes de hoy en día, si lo que antes era un honor, hoy es una deshonra. Puede que durante el camino hayamos perdido tanto que la moralidad, el amor, la esperanza, se hayan bajado del tren.
“Nos piramos de esta sociedad de enfermos”. Esa fue nuestra perdición, ya no nos queda nada. Perseguimos cosas abstractas sin sentido, nos negamos a amar y mucho menos a amarnos. Y pensar que hace algunos años mi único dios era el amor, sí, yo, una romántica empedernida. Aunque nada de eso importa, si nos tenemos que autoconvencer que todo lo que nos hace humanos significa debilidad.
Pienso en aquella adolescente sin maquillar, mirando sin cesar a ese chico que la vuelve loca, que le hace sentir que vuela mientras la profesora de literatura nombra a la generación del 98. Entonces “él” la mira y ahí se termina su mundo, todo explota en mil pedazos y ella vuelve a ser la niña dulce de la sonrisa. Aunque en la adolescencia nada dura para siempre, probablemente terminen por despedazarse mutuamente, como lo hacen los adultos, tenemos a grandes maestros.
Querida niña dulce, aunque ya nadie crea en ti, aunque a todos les parezcas absurda, nosotras sabemos algo que ellos no saben, vivir rechazando y renegando solo te hace más idiota. Si no amas, aunque te rompan en mil pedazos y desees desaparecer, recuerda que eso te hace humana, lo triste es no poder sentir N-A-D-A.
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